Universidad de Chile

Universidad de Chile imparte curso de actualización sobre tartamudez.

Uno de los trastornos del habla más comunes, paradójicamente, es de los menos estudiados en Chile desde el punto de vista fonoaudiológico. La tartamudez patología sobre la que hay pocas cifras; sólo algunas investigaciones sindican que es el 23% del motivo de las consultas en centros de diagnóstico del área Metropolitana- es un problema que, si bien no es vital, puede afectar la vida de muchas personas, quienes se autocondenan al silencio o a la esclavitud de los monosílabos.
Personajes infaltables en la rutina de humoristas, la verdad es que no es una situación para la risa: análisis internacionales señalan que la tartamudez afecta aproximadamente al 4% de la población, "y es una enfermedad que tiene múltiples factores entre sus causas; entre ellas la hereditaria, que por lo general viene por la línea paterna, como muchos de los trastornos de la comunicación y el lenguaje. Pero, además, hay elementos sociales, emocionales, lingüísticos, cognitivos y motores, por lo que cualquier abordaje terapéutico debe abordar todas esas dimensiones", señalan Juanita Barrera y Marco Guzmán, docentes de la Escuela de Fonoaudiología de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, entidad que impartirá, entre el 12 y 13 de enero, el curso "Actualización Clínica en Tartamudez", con la presencia de destacados profesionales nacionales y expertos trasandinos, como las académicas Laura Busto, María Marta Gevara y Mariela Gihnson.
En este seminario, justamente el objetivo es mostrar esta nueva mirada, que es la multidisciplinariedad del cuadro, con el fin de entender mejor su aparición, evaluación e intervención. "El desafío es hacer las redefiniciones en nuestro país respecto del equipo de salud que debe enfrentar esta patología", añaden.

Trastorno de fluidez
La tartamudez es un trastorno de la fluidez en el habla, cuadro en el que se alteran sus parámetros como son la velocidad, ritmo, secuencia y fluencia, lo que se expresa en bloqueos ("tt tt tt ttaza") o en repeticiones ("me me mesa"): "la manifestación más evidente es que la persona tiene dificultades para mantener el flujo de la emisión. Además, esas repeticiones o bloqueos van acompañadas de compromisos corporales. Pero el diferencial para establecer el diagnóstico es que hay tensión física, la cual se determina a través de ciertos parámetros de observación", explica la profesora Barrera.
Una de las complicaciones fuertes, añaden, son los componentes sociales y emocionales de este trastorno: "la persona siempre se da cuenta de su problema, por lo que desarrolla distintas actitudes para tratar de enfrentarlo: por ejemplo, puede retraerse mucho y evitar las conversaciones, respondiendo sólo con monosílabos; hacerse muy tímido, con lo que, a la larga, va a tener muchas menos competencias lingüísticas", añade el profesor Guzmán.
Por ello, las estrategias de tratamiento apuntan a darle al paciente las herramientas para que domine esta patología, que no se cura totalmente: "con una intervención temprana, antes de los seis años, hay un 80% de posibilidades que la persona aprenda a manejar esta situación", explica Juanita Barrera. Así, y con un enfoque multidisciplinario, sabrán mantenerse tranquilos, buscar recursos de lenguaje para expresar lo que quieren y enfrentar situaciones de trabajo, familiares o sociales sin temor a fallar.
Esas son las razones para destacar la importancia de un diagnóstico temprano: si los padres notan que el niño puede tener trastornos en la fluidez del habla, deben consultar de inmediato, para estudiar si es un caso benigno o si habrá que tratar una patología.

12.01.2006