Universidad de Chile
Universidad
de Chile imparte curso de actualización sobre tartamudez.
Uno de los trastornos del habla
más comunes, paradójicamente, es de los menos estudiados en Chile desde el
punto de vista fonoaudiológico. La tartamudez
patología sobre la que hay pocas cifras; sólo algunas investigaciones sindican
que es el 23% del motivo de las consultas en centros de diagnóstico del área
Metropolitana- es un problema que, si bien no es vital, puede afectar la vida
de muchas personas, quienes se autocondenan al
silencio o a la esclavitud de los monosílabos.
Personajes infaltables en la rutina de humoristas, la verdad es que no es una
situación para la risa: análisis internacionales señalan que la tartamudez
afecta aproximadamente al 4% de la población, "y es una enfermedad que
tiene múltiples factores entre sus causas; entre ellas la hereditaria, que por
lo general viene por la línea paterna, como muchos de los trastornos de la
comunicación y el lenguaje. Pero, además, hay elementos sociales, emocionales,
lingüísticos, cognitivos y motores, por lo que cualquier abordaje terapéutico
debe abordar todas esas dimensiones", señalan Juanita Barrera y Marco
Guzmán, docentes de
En este seminario, justamente el objetivo es mostrar esta nueva mirada, que es
la multidisciplinariedad del cuadro, con el fin de
entender mejor su aparición, evaluación e intervención. "El desafío es
hacer las redefiniciones en nuestro país respecto del equipo de salud que debe
enfrentar esta patología", añaden.
Trastorno de fluidez
La tartamudez es un trastorno de la fluidez en el habla, cuadro en el que se
alteran sus parámetros como son la velocidad, ritmo, secuencia y fluencia, lo
que se expresa en bloqueos ("tt tt tt ttaza")
o en repeticiones ("me me mesa"): "la
manifestación más evidente es que la persona tiene dificultades para mantener
el flujo de la emisión. Además, esas repeticiones o bloqueos van acompañadas de
compromisos corporales. Pero el diferencial para establecer el diagnóstico es
que hay tensión física, la cual se determina a través de ciertos parámetros de
observación", explica la profesora Barrera.
Una de las complicaciones fuertes, añaden, son los componentes sociales y
emocionales de este trastorno: "la persona siempre se da cuenta de su
problema, por lo que desarrolla distintas actitudes para tratar de enfrentarlo:
por ejemplo, puede retraerse mucho y evitar las conversaciones, respondiendo
sólo con monosílabos; hacerse muy tímido, con lo que, a la larga, va a tener
muchas menos competencias lingüísticas", añade el profesor Guzmán.
Por ello, las estrategias de tratamiento apuntan a darle al paciente las
herramientas para que domine esta patología, que no se cura totalmente:
"con una intervención temprana, antes de los seis años, hay un 80% de
posibilidades que la persona aprenda a manejar esta situación", explica
Juanita Barrera. Así, y con un enfoque multidisciplinario, sabrán mantenerse
tranquilos, buscar recursos de lenguaje para expresar lo que quieren y
enfrentar situaciones de trabajo, familiares o sociales sin temor a fallar.
Esas son las razones para destacar la importancia de un diagnóstico temprano:
si los padres notan que el niño puede tener trastornos en la fluidez del habla,
deben consultar de inmediato, para estudiar si es un caso benigno o si habrá
que tratar una patología.
12.01.2006